Mimetizada con el cielo y el mar, esta casa menorquina se reformó por y para el verano, con el único objetivo de alcanzar la calma y la armonía interior que solo lugares tan idílicos como esta isla pueden proporcionar. Un concepto muy claro, palpable ya desde el exterior de la casa, rodeada de gravilla y de un cuidado césped, con una piscina privada de ensueño y, su mayor atractivo, unas vistas que hechizan, sobre el mar Mediterráneo y el campo.
Incluso la delimitación de la parcela se llevó a cabo a base de muros de piedra autóctona, muy típicos en Menorca, engalanados por preciosas buganvillas y coronados, los más bajos, por remates de cemento encalado que garantizan la panorámica desde el porche. La rehabilitación de la casa original, construida en los años 50, buscó en todo momento respetar los elementos tradicionales existentes, pero se acondicionaron las instalaciones y se amplió la superficie. Con la obra se ganó en metros cuadrados, luz y confort.
Hoy la estructura cuenta con una planta extra, de menor tamaño, que acoge un fantástico dormitorio con baño integrado y terraza solarium de impresionantes vistas sobre el mar. El deseo de mantener la tradición jugó un papel protagonista también en la reforma del interior, equipado con amplios ventanales que consiguen borrar las fronteras con el entorno; la pintura, íntegra en blanco, y la elección de muebles y accesorios, todos en maderas y fibra vegetales, refuerza esta grata comunión con la naturaleza.
La nueva elección de mobiliario y la distribución de la casa, tan actuales, se contrastaron deliberadamente con la construcción de algunos muebles de obra inspirados en los tradicionales del interiorismo balear; en sintonía con esta línea, también se respetaron las vigas vistas de los techos originales integradas gracias a la pintura y se apostó por resaltar ciertos detalles de color azul en la cocina y el salón. Ahora la casa luce los colores emblemáticos de la isla pitiusa: blanco, azul y madera.
El punto álgido de la reforma se consiguió en la planta superior, añadida durante la rehabilitación. Allí el tiempo se detiene, las prisas del invierno se quedan en la puerta para dar paso a una maravillosa suite rodeada de mar y cielo azul, con el cuarto de baño integrado y una decoración llamativa por la energía positiva que transmite. Los tonos tierra en su gama más suave conviven con accesorios de madera y fibras trenzadas como hilo conductor entre la zona de descanso y el cuarto de baño, que conserva su intimidad mediante elementos de obra como retranqueos, hornacinas o gruesos muros abiertos.