PLANTA BAJA
Diez meses fueron necesarios para reformar esta casa de pueblo y dotarla de todas las comodidades del siglo XXI. “Había que recuperar y reforzar estructuras y fachadas; devolver la vida a sus muros de piedra, a sus techos de vigas de madera, a los suelos de toba catalana; dotar de luz natural y calidez a interiores oscuros y sombríos; diseñar nuevos espacios exteriores en lo que antes eran tristes cobertizos…”, explica la arquitecta. Sin duda, un cuidadoso trabajo que, tal y como ella misma reconoce, pasaba por escuchar al edificio: “Cuando empiezo proyectos de rehabilitación de este tipo, lo primero que hago es pasearme por la casa y dejar que me hable. Son construcciones repletas de historia, de elementos arquitectónicos y detalles muy especiales, que nos encargamos de potenciar para mantener la esencia de una casa de pueblo.
El objetivo es conseguir que el espacio emocione nada más verlo”. Y, como es lógico, también pedía una nueva distribución, más funcional. La vivienda, además de un jardín con piscina, tiene dos plantas. En la baja se desarrolla la vida social, y en la primera se encuentran los dormitorios.Además, la vivienda fue proyectada con criterios de sostenibilidad: cubiertas y suelos aislados térmicamente, ventanas y balconeras nuevas con rotura de puente térmico y doble acristalamiento bajo emisivo, placas solares para calentar el agua e iluminación led en toda de la casa.
Cuando llegó la hora de decorarla, Glòria recurrió a una de sus señas de identidad como interiorista. “Estas casas, con el encanto y singularidad que le dan sus elementos originales, son el marco perfecto para un interiorismo contemporáneo”, afirma. Y es que, además de una experta en rehabilitar casas antiguas, sabe cómo diseñar interiores en los que lo rústico y lo moderno conviven en armonía.
Realización: Olga Gil-Vernet.