"Me pasé una semana ordenando mi casa con el método de Marie Kondo"

Y estas son las conclusiones a las que he llegado... 😲

Marie Kondo
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Siempre me he considerado una obsesa del orden, a veces, incluso, rozando los límites del trastorno obsesivo compulsivo. Porque si eres coleccionista de figuritas frikis como yo, o de cualquier otro objeto que te apasione, ya conocerás la rabia irracional que se siente cuando alguien llega a casa y se atreve a mover tu preciada colección... ¡unos centímetros! Tremenda osadía la suya... 😤

Fuera bromas, para mí, al igual que para muchas personas, ordenar implica un proceso tanto físico como espiritual, es una forma de ayudarme a equilibrar la mente y, de paso, renovar la energía del hogar. Quizá por ello me atraía tanto el método KonMari, ya que uno de sus rituales diarios es abrir las ventanas y quemar una barrita de incienso para purificar el ambiente, ¡igual que yo!

Así que después de leer varias entrevistas, y tragarme todos los capítulos de su programa en Netflix, me dispuse a seguir los pasos de la gurú durante una semana, y estas son mis conclusiones.

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Primera. La parte más temida de mi casa siempre ha sido el armario, y no porque esté desordenado, sino porque he pasado de guardar a almacenar cantidades ingentes de ropa, procedentes de mi incansable búsqueda de identidad estética (que ya es hora de conocer, porque los 30 están a punto de llegar).

Alucina: LO QUE MARIE KONDO TAMBIÉN ORDENA CON SUMO CUIDADO

Por ello, el primer paso fue sacar todas mis prendas y colocarlas sobre la cama por categorías. Mentiría si dijera que no tuve que coger una silla y permitirme un tiempo de meditación antes de la purga... Pero sí, había llegado el momento de asumir que los crop tops debían quedar en la veintena, y que esas camisetas raídas de bandas de rock estaban ocupando un sitio bellísimo que podría emplear para guardar otras prendas que, en definitiva, sí me pondría.

Empecé con las camisetas, continué con los vestidos, seguí con las faldas y terminé con los pantalones. ¿La sensación final? Una calma sorprendente, y la certeza de que estaba dando comienzo una nueva etapa en mi vida, más adulta, más madura, y por supuesto, muy necesaria.

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Segunda. Cuando llegó la hora de doblar la ropa, me sentí como si estuviera preparando una maleta de mano para viajar con Ryanair. Sí, la cantidad de ropa que puedes guardar de esta forma es brutal, pero sinceramente, tras la limpieza, ya no lo necesitaba. Al haberme quedado solo con lo imprescindible, y desprenderme de todas las prendas que nunca más me pondría, el espacio del que disponía era ideal. Además, si tenemos en cuenta que vivo sola (mi chihuahua en este caso no cuenta), más a mi favor.

Por eso pienso que este método es fabuloso para parejas y familias. Al etiquetar la ropa y ordenarla por categorías, es prácticamente imposible que surja el caos y, por tanto, la vida casera es mucho más armoniosa.

No obstante, me encantó su forma de guardar la ropa interior, ya que siempre he sido un desastre en esa sección: los sujetadores ordenados copa con copa uno tras otro, y las braguitas enroscadas cual rollo vietnamita. ¡Simplemente fabuloso!

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Tercera. Si hay algo que realmente aprecié cuando comencé a seguir el método KonMari, son las preguntas que la gurú nos sugiere antes de desechar cualquier cosa. Por ejemplo, refiriéndose a los productos del baño: ¿lo has usado en los últimos tres mes?, ¿se ajusta a tus valores y requisitos?, ¿te aporta algún beneficio claro o tangible?, ¿te sientes más feliz o segura después de usarlo?, ¿tu rutina de maquillaje o aseo te da demasiado trabajo?, ¿cuáles son los pasos o productos de los que podrías prescindir?

Y es que, seamos sinceros, en el baño siempre hay un montonazo de cosas que nunca utilizamos pero que seguimos guardando bajo la temida premisa del ''por si acaso'', sin darnos cuenta de que todos los productos tienen fecha de caducidad, y de que el espacio del baño no suele ser de los más amplios de la casa. Así que, a raíz de poner en práctica sus enseñanzas, di carpetazo a varios botes que acabarían criando malvas, y conseguí un baño mucho más limpio visualmente.

En resumidas cuentas. Puede que vivir ordenando como Marie Kondo requiera demasiado esfuerzo o, al menos, concienciación, pero no puedo negar que varios de sus métodos, y sobre todo, su filosofía, hicieron cambiar mi rutina a mejor. ¡Arigato, Marie!

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